El inglés que más sabe de vinos argentinos
Crítico especializado, Tim Atkin visita el país desde 1992 y escribe informes en los que pone puntajes a cada botella. Aún no calificó a ninguna local con 100.
Para los amantes del vino, el suyo es un trabajo soñado: desde hace 32 años recorre el mundo catando las mejores etiquetas del planeta. Después escribe: cuenta qué le pareció cada una y les pone un puntaje, que los enólogos y dueños de bodegas esperan con ansiedad, ya que el futuro de sus botellas depende mucho de ese número. Tim Atkin -55, nacido en Londres, casado, sin hijos- pertenece a una elite de críticos internacionales que surgió cuando, a fines de los años 70, al legendario Robert Parker se le ocurrió establecer este sistema de calificación. Va de 50 a 100 pero, en general, sólo se difunden los que obtienen más de 85, es decir, los que forman parte de una suerte de Champions League de los vinos.
Atkin no está muy de acuerdo con el método, pero se resigna a aceptarlo. “A mí me gustaría que la gente lea mis comentarios completos, pero vivimos en un mundo de rapidez, de poca atención, entonces es más fácil mirar el número”, dice, en un español digno pero con marcadas eses ibéricas y erres un poco afrancesadas.
“Aprendí muy rápido, catando y catando. Gran Bretaña produce poco vino pero allá se consiguen las mejores etiquetas de todas partes, porque somos grandes importadores. Y en todos estos años, el mundo del vino ha cambiado de manera brutal, dejó de ser algo rígido, para unos pocos. Yo soy hijo de esa revolución”, afirma.
-Muchos escriben de vinos pero pocos tienen tanta influencia. ¿Cómo lograste convertirte en un referente en tantos países?
-Creo que hago un buen trabajo, de manera honesta. Cato y digo mi verdad sin ofender, de manera clara, sin miedo. Escribí una columna durante veinte años en The Guardian (diario inglés), eso me dio cierto prestigio. Hoy soy freelance, colaboro con distintas publicaciones y vendo mis reportes.
-No, y creo que eso es muy importante. Soy amigo de algunos productores pero eso nunca influyó en mis calificaciones. Es casi imposible ser totalmente objetivo, pero trato de trabajar con sensibilidad y honestidad, porque el consumidor no es tonto, si le pones 100 puntos a un vino que es una mierda, se va a dar cuenta.
-En Argentina, la gente de la industria destaca que no catás desde lejos sino que recorrés cada viñedo.
-Es que para mí es importante pasar tiempo con los productores, pisando el terruño, hacer preguntas, observar. Hay gente que prueba los vinos en Buenos Aires y después pone 100 puntos… (sonríe: sin nombrarlo, se refiere a su colega James Suckling, que tiene fama de ser mucho más generoso con las calificaciones).
-Los vinos de mayor puntaje suelen ser inaccesibles para muchos consumidores, por su precio. ¿Podrías recomendar etiquetas de una gama más baja que hayas probado?
-Mmm… es que no sé los precios. Pero debería mirarlos. Ahora estoy armando un reporte de vinos de Sudáfrica donde voy a incluir unos premios llamados Good value, donde destaco la relación precio-calidad. El año que viene podría hacer lo mismo para Argentina. Yo cato de todo, cada año visito 75 viñedos en este país. El vino que voté como mejor rosado de 2016 creo que no era tan caro (N de la R: Alfredo Roca Nuri Rosado Malbec, $ 390). Pero creo que siempre partimos de una base de vinos de unos 10 dólares. Si no, tendría que pasar meses catando en lugar de cuatro semanas.
-Hasta ahora nunca le diste 100 puntos a un vino argentino. ¿Qué falta para llegar al máximo?
-Tal vez... un poco de inspiración. Puse 98, ya casi están, se acercan todos los años. De todos modos, en mi vida he puesto pocos 100. El año pasado sólo le tocó a un Château Latour de Burdeos. Un vino de 100 puntos es excepcional, tiene que ser emocionante, espectacular, para durar 100 años. En Argentina por el momento no existe un vino así, pero les falta poco para lograrlo.
-Argentina logró brillar en el mundo gracias al malbec, pero se trata de una cepa que no está entre las más consumidas globalmente. ¿Hay alguna otra con la que se podría competir?
-Con blends, quizás. Malbec y cabernet franc. ¿Chardonnay? (duda) Semillón, podría ser… ¿Qué vendrá despues del malbec? Yo digo siempre: otros malbec, con más terruño, más identidad.
-¿Es posible ser apasionado por el buen vino sin amar la comida?
-Creo que el vino y la comida van de la mano. Pero es más fácil que alguien del mundo del vino conozca de comida que al revés. Hay grandes cocineros que de vino no saben nada.
-¿Se puede tomar un gran vino con una hamburguesa o un choripán?
-Sí, es lo ideal. Beber un vino súper complicado con un plato súper complicado para mí es demasiado. Hay que elegir entre el vino o el plato. Y yo, por supuesto, elijo el vino.
Atkin siempre viene a Argentina en verano, pero esta vez hizo una excepción. Convocado para conducir la séptima edición de Premium Tasting -la mayor degustación de etiquetas de alta gama que se realiza anualmente en el país desde 2011-, llegó a Mendoza la semana pasada. Trabajó junto a las sommeliers argentinas Paz Levinson y Flavia Rizzuto para seleccionar y determinar el orden de los 36 vinos que formaron parte de la cata en la que el viernes participaron 500 miembros de la industria vitivinícola. De excelente humor, se presentó en el Hotel InterContinental con una extravagante camisa con flores de colores. “Yo suelo hacer muchos chistes, pero en español me cuesta más, así que decidí ponerme una camisa que fuera un chiste”, bromeó.
Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/ingles-sabe-vinos-argentinos_0_r1ZT8tJO-.html
Atkin no está muy de acuerdo con el método, pero se resigna a aceptarlo. “A mí me gustaría que la gente lea mis comentarios completos, pero vivimos en un mundo de rapidez, de poca atención, entonces es más fácil mirar el número”, dice, en un español digno pero con marcadas eses ibéricas y erres un poco afrancesadas.
Atkin viene a la Argentina desde 1992.
Es que Atkin no estudió enología ni periodismo sino Modern Languages, una carrera que le permitió aprender a hablar otros idiomas. Pensaba que iba a desempeñarse en el ámbito académico pero a los 23 consiguió un trabajo como editorial assistant -el escalón más bajo en una redacción inglesa- en la revista Wine & Spirits. Y eso fue un camino de ida.“Aprendí muy rápido, catando y catando. Gran Bretaña produce poco vino pero allá se consiguen las mejores etiquetas de todas partes, porque somos grandes importadores. Y en todos estos años, el mundo del vino ha cambiado de manera brutal, dejó de ser algo rígido, para unos pocos. Yo soy hijo de esa revolución”, afirma.
-Muchos escriben de vinos pero pocos tienen tanta influencia. ¿Cómo lograste convertirte en un referente en tantos países?
-Creo que hago un buen trabajo, de manera honesta. Cato y digo mi verdad sin ofender, de manera clara, sin miedo. Escribí una columna durante veinte años en The Guardian (diario inglés), eso me dio cierto prestigio. Hoy soy freelance, colaboro con distintas publicaciones y vendo mis reportes.
Nunca se tentó con tener su propio viñedo: perdería objetividad, dice.
-En tantos años, ¿nunca te tentó invertir en un viñedo, tener tu propio vino?-No, y creo que eso es muy importante. Soy amigo de algunos productores pero eso nunca influyó en mis calificaciones. Es casi imposible ser totalmente objetivo, pero trato de trabajar con sensibilidad y honestidad, porque el consumidor no es tonto, si le pones 100 puntos a un vino que es una mierda, se va a dar cuenta.
-En Argentina, la gente de la industria destaca que no catás desde lejos sino que recorrés cada viñedo.
-Es que para mí es importante pasar tiempo con los productores, pisando el terruño, hacer preguntas, observar. Hay gente que prueba los vinos en Buenos Aires y después pone 100 puntos… (sonríe: sin nombrarlo, se refiere a su colega James Suckling, que tiene fama de ser mucho más generoso con las calificaciones).
-Los vinos de mayor puntaje suelen ser inaccesibles para muchos consumidores, por su precio. ¿Podrías recomendar etiquetas de una gama más baja que hayas probado?
-Mmm… es que no sé los precios. Pero debería mirarlos. Ahora estoy armando un reporte de vinos de Sudáfrica donde voy a incluir unos premios llamados Good value, donde destaco la relación precio-calidad. El año que viene podría hacer lo mismo para Argentina. Yo cato de todo, cada año visito 75 viñedos en este país. El vino que voté como mejor rosado de 2016 creo que no era tan caro (N de la R: Alfredo Roca Nuri Rosado Malbec, $ 390). Pero creo que siempre partimos de una base de vinos de unos 10 dólares. Si no, tendría que pasar meses catando en lugar de cuatro semanas.
-Hasta ahora nunca le diste 100 puntos a un vino argentino. ¿Qué falta para llegar al máximo?
-Tal vez... un poco de inspiración. Puse 98, ya casi están, se acercan todos los años. De todos modos, en mi vida he puesto pocos 100. El año pasado sólo le tocó a un Château Latour de Burdeos. Un vino de 100 puntos es excepcional, tiene que ser emocionante, espectacular, para durar 100 años. En Argentina por el momento no existe un vino así, pero les falta poco para lograrlo.
-Argentina logró brillar en el mundo gracias al malbec, pero se trata de una cepa que no está entre las más consumidas globalmente. ¿Hay alguna otra con la que se podría competir?
-Con blends, quizás. Malbec y cabernet franc. ¿Chardonnay? (duda) Semillón, podría ser… ¿Qué vendrá despues del malbec? Yo digo siempre: otros malbec, con más terruño, más identidad.
-¿Es posible ser apasionado por el buen vino sin amar la comida?
-Creo que el vino y la comida van de la mano. Pero es más fácil que alguien del mundo del vino conozca de comida que al revés. Hay grandes cocineros que de vino no saben nada.
-¿Se puede tomar un gran vino con una hamburguesa o un choripán?
-Sí, es lo ideal. Beber un vino súper complicado con un plato súper complicado para mí es demasiado. Hay que elegir entre el vino o el plato. Y yo, por supuesto, elijo el vino.
Atkin condujo la cata Premium Tasting en Mendoza. Foto: Delfo Rodríguez.
Conductor de lujoAtkin siempre viene a Argentina en verano, pero esta vez hizo una excepción. Convocado para conducir la séptima edición de Premium Tasting -la mayor degustación de etiquetas de alta gama que se realiza anualmente en el país desde 2011-, llegó a Mendoza la semana pasada. Trabajó junto a las sommeliers argentinas Paz Levinson y Flavia Rizzuto para seleccionar y determinar el orden de los 36 vinos que formaron parte de la cata en la que el viernes participaron 500 miembros de la industria vitivinícola. De excelente humor, se presentó en el Hotel InterContinental con una extravagante camisa con flores de colores. “Yo suelo hacer muchos chistes, pero en español me cuesta más, así que decidí ponerme una camisa que fuera un chiste”, bromeó.
Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/ingles-sabe-vinos-argentinos_0_r1ZT8tJO-.html
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